Más de 100.000 tropas rusas están esperando en la frontera de Ucrania, Vladimir Putin ha alertado que no cederá ni un centímetro más a la OTAN en su avance al Este y EEUU sigue su política de apaciguamiento mientras continúa sin solucionar el problema que va camino de convertirse en conflicto.
Si no pasa nada en la cumbre de Ginebra que arranca este lunes, Rusia actuará en Ucrania y previsiblemente la invadirá. Será la vuelta a hace más de 100 años cuando el mundo vivía inmerso en un conflicto constante y en una inseguridad fronteriza palpable. El fin de la Guerra Fría llevó al mundo a uno de sus momentos más destacados de paz y de prosperidad.
Sin embargo, la tensión que se vive en el Cáucaso estos meses nos devuelve a un clima bélico no conocido por la mayoría de las generaciones que viven hoy en el planeta y bien conocido por una pequeña parte que mira con miedo lo que puede suceder tras la cumbre de Ginebra.
Ni tan siquiera es la portada de los grandes medios internacionales. Como si la opción de la invasión no pudiera ser uno de los factores clave de este 2022. Los negocios del gas y del petróleo, pero también la búsqueda de una expansión territorial por parte de Rusia, marcan un inicio de año donde a los problemas económicos se le unen los geopolíticos.
Estados Unidos y China miran con recelo pero ansiosos una resolución satisfactoria para sus intereses. China espera que Rusia vuelva a poner encima de la mesa la fuerza del bloque “soviético” en el que China ahora juega el papel predominante, pero que sigue necesitando de Rusia para consolidar una posición de liderazgo frente a EEUU.
Vladimir Putin ha cargado la cumbre con la siguiente declaración tras una pregunta de una periodista de Sky News.
Es un resumen perfecto de cómo Rusia va a incrementar la tensión geopolítica hasta el punto que haga falta. Es un mensaje del siglo XX en el que un pueblo, el ruso, por boca de su presidente, dice sentirse dañado por lo que se ha producido y exige una rectificación.
¿Qué demanda Rusia?
Dos cuestiones clave presentadas a los Estados Unidos y la OTAN el mes pasado fijan la posición rusa. Incluyen la prohibición de que Ucrania y otros antiguos estados soviéticos se unan a la alianza militar occidental, una prohibición del despliegue de misiles lo suficientemente cerca como para golpear Rusia y un veto del Kremlin sobre dónde se pueden estacionar tropas y armas de la OTAN en casi todos sus miembros del flanco oriental.
Las negociaciones arrancan con dos objetivos fundamentales que se han definido en el gobierno de dos décadas de Putin: un asiento en la mesa superior geopolítica frente a los Estados Unidos, y la perspectiva de detener la expansión oriental de la OTAN y reducir la presencia militar estadounidense en Europa.
Para los negociadores estadounidenses, liderados por la subsecretaria de Estado Wendy Sherman, el objetivo principal es una desescalada de la crisis de Ucrania. Pero cómo lograr esto sin dar a sus homólogos rusos un premio para llevarse a casa. Un premio a Moscú debilitaría la seguridad de Kiev o de los aliados de la OTAN en Europa del Este y esto parece una tarea peligrosa.
El peor escenario sería volver de la cumbre de Ginebra con una declaración de Vladimir Putin en el que se anuncie la ruptura de las negociaciones y el inicio de la invasión de Ucrania. Algo que Occidente ve improbable, pero no lo parece desde Rusia.
Ginebra se convierte en el escenario de una ópera que puede desencadenar el peor escenario geopolítico de 2022.
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