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George Soros y BlackRock han protagonizado en la última semana un tira y afloja que no ha pasado inadvertido para el mercado. ¿Cuál es el contexto entre ambas posturas? ¿Supone China un peligro de seguridad nacional como advierte Soros?
El inversor multimillonario y la mayor gestora de activos del mundo han iniciado una disputa pública que resucita las advertencias sobre seguridad nacional de Donald Trump en medio de la presión que sufren las tecnológicas chinas.
La postura de George Soros es clara: la inversión de BlackRock en China es un error. El inversor hace alusión a la China de Xi Jinping como una represión contra la empresa privada que ha lastrado la economía del país. Cita la vulnerabilidad del sector inmobiliario y el sobreendeudamiento que padece Evergrande, la mayor inmobiliaria china, al borde de la quiebra.
Soros denuncia que el líder chino no conoce cómo operan los mercados y que considera todas las empresas chinas como instrumentos de un estado de partido único. Por ello, asegura que los inversores que invierten en China se enfrentan a un duro despertar.
BlackRock, por su parte, defiende el potencial de crecimiento económico de China. En su opinión, el gigante asiático no debería seguir considerándose un mercado emergente.
Teniendo en cuenta la divergencia de ambas posturas, los inversores se cuestionan cuál es la visión más acertada. Javier Lorenzo, gestor de GPM, considera que este debate no debería tenerse en cuenta a la hora de apostar o no por el gigante asiático en nuestra cartera de inversión.
BlackRock ha recaudado cerca de 1.000 millones de dólares para un fondo de nueva creación entre ciudadanos chinos. Ha sido la primera firma extranjera autorizada para hacerlo. Se espera que más entidades sigan su ejemplo. La creciente clase media china ofrece oportunidades todavía sin explotar para las empresas de gestión de inversiones extranjeras. Soros, sin embargo, denuncia que estos movimientos sólo harán perder dinero a los inversores.
Mientras tanto, asistimos a una presión cada vez mayor del Gobierno chino contra sus propias tecnológicas. Lo vimos con Didi tras su debut bursátil y lo vemos con otras firmas como Alipay. Esto ha puesto en relieve las diferencias regulatorias respecto a otros países como EE.UU. Mientras el gobierno estadounidense actúa al servicio de sus intereses comerciales, las autoridades chinas anteponen los objetivos de desarrollo nacional, aunque eso suponga sacrificar las ganancias empresariales.
En estos momentos, el gigante asiático prefiere parar los pies a las grandes tecnológicas para mantener su poder, aunque eso suponga retroceder en su competición con Silicon Valley.