El Índice de Precios de Consumo sube un 0,4% en mayo en relación al mes anterior y sitúa su tasa interanual en el 2,7%, cinco décimas por encima de la de abril. Con este repunte, el indicador anual encadena su quinta tasa positiva consecutiva y la inflación escala a niveles desconocidos desde hace cuatro años. De hecho, no se alcanzaba una tasa de IPC tan elevada desde febrero de 2017.
Ha contribuido, principalmente, el encarecimiento de los carburantes y combustibles, en contraste con la bajada de precios que experimentaron en igual mes de 2020.
En el caso de la inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni productos energéticos), la cifra es del un 0,2% interanual, dos décimas más que en abril y tasa 2,5 puntos inferior al índice general. Desde que el INE comenzó a realizar la serie histórica de tasa subyacente en agosto de 1985 nunca se había registrado una diferencia tan amplia. Las expectativas de rápida recuperación económica está teniendo un efecto cohete en las materias primas por la rápida respuesta que tienen estos productos al fuerte repunte de la demanda.
Son muchas las voces que alertan del peligro de un repunte inflacionista, que puede poner nervioso al mercado a pesar de los mensajes de tranquilidad de los bancos centrales. Prueba de ello es que la inflación ya es principal preocupación de muchos organismos, como la propia OCDE o los gestores de Bank of America.
Por eso es importantes este martes vigilar el dato de inflación de la eurozona de mayo, el primer indicador que van a tener los mercados para medir el pulso al avance de los precios, desde que se conoció el incremento del 4,2% en abril en Estados Unidos, por encima de las estimaciones de los analistas, que apuntaban al 3,6%. El consenso del mercado espera un crecimiento del 0,9% sin tener en cuenta los precios de la energía. Todo incremento por encima de esa cifra aumentará el temor inversor a una oleada inflacionista.