Con el año 2021 a punto de concluir y tras conocer el escalofriante dato de que la inflación alcanzó el 6,8% en Estados Unidos en noviembre, la Reserva Federal empieza hoy los dos días de reuniones de su comité de mercado abierto para adoptar decisiones de política monetaria y anunciar el guidance –la hoja de ruta– del próximo año. El mercado espera que Jerome Powell, presidente de la Fed, y su equipo de gobernadores decidan una aceleración en la retirada de los estímulos que riegan desde hace más de un año a la mayor economía del mundo y que desvelen cuántas subidas de tipos de interés habrá en el 2022.
En las últimas semanas, se ha ido preparando el terreno. Sobre todo, después de cambiar radicalmente el discurso que venía siendo habitual sobre las causas y el carácter de la inflación, que ha pasado de ser exógena y transitoria a convertirse en un problema de primera magnitud. De momento, las mayores turbulencias se han producido en divisas y bonos, con las bolsas de fondo poniendo un poco de pausa después del rally vivido en los últimos 20 meses.
El desacoplamiento de las políticas monetarias de los principales bancos centrales del mundo –la Fed, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón y los de Inglaterra y Canadá– es bastante notorio desde la Gran Recesión que se inició en el 2008. Entonces, Estados Unidos actuó mucho más rápido y con mayor contundencia que el resto y ahora ha ocurrido lo mismo cuando de lo que se trata es de retirarse progresivamente del mercado. Con todo, lo que haga la Fed importa –y mucho– al resto de los banqueros.
En el BCE, que se reúne el jueves, el mensaje sigue siendo tremendamente acomodaticio y cauto. La inflación de la eurozona es también muy alta y está en el 5,5%, pero el mensaje no ha virado todavía. De momento, Christine Lagarde, presidenta del BCE, se mantiene anclada en que no habrá subidas de tipos hasta por lo menos el 2023, como poco. Sin embargo, el jueves deberá explicar cómo adecúa el generoso programa de estímulos para intentar hacer compatible el impulso de la economía con la contención de los precios. Si es que eso realmente es posible.
Hoy se reúnen también los órganos que definen la política monetaria del Banco de Inglaterra y el de Japón que, junto con la Fed y el BCE, tratan de actuar directamente sobre la mitad de la economía mundial. A los anteriores hay que añadir a los bancos centrales de Suiza, Noruega, México, Rusia y una docena de países más. Todos, con el mismo o parecido problema de combatir un alza de precios que históricamente es un elemento distorsionador de la economía cuando se dispara.
El consenso general –no compartido por todos– es que el inicio de la retirada de estímulos o incluso los anuncios de subidas de tipos no provocarán grandes estampidas. Con una inflación tan elevada como la actual, los tipos de interés reales seguirán siendo muy negativos en cualquier caso durante bastante tiempo. Ahora, en cambio, ya se habla más de burbujas, como hizo el BCE hace unas semanas. El viento empieza a cambiar.
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