Afirma que la apuesta por los contratos fijos-discontinuos no aporta más estabilidad laboral y pide mejorar su regulación
MADRID, 30 (EUROPA PRESS)
La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) ha hecho un balance de los efectos de la reforma laboral de 2021 sobre el mercado laboral y ha concluido que ha sido “un éxito total” para recortar la temporalidad contractual, pero no la “real”, pues esta norma no ha servido para reducir las transiciones desde el empleo al paro y en algunos casos incluso las ha aumentado.
El investigador asociado de Fedea Florentino Felgueroso ha subrayado que, en lo que respecta a la reducción del número de contratos temporales, nunca antes de la reforma laboral se había tenido una reducción “tan sustancial” y duradera de este tipo de contratos, por lo que si el objetivo que se perseguía era éste, la norma ha sido un “éxito”.
Ahora bien, Felgueroso ha advertido de que si se atiende a la temporalidad “real”, medida a través de los flujos de entrada y salida del empleo al paro, los efectos de la reforma laboral “no son tan visibles”.
En este sentido, ha indicado que España destaca “muy por encima de todos los demás países” en las tasas de salida del empleo al paro, al duplicar o incluso triplicar la de la mayoría de los países de Europa.
Tras la reforma laboral, y según datos de Eurostat de 2022, la reducción de contratos temporales no se ha traducido en menores transiciones del empleo al paro, al contrario de lo que se esperaba.
De hecho, Felgueroso ha indicado que, antes de la pandemia, la tasa de salida del empleo al paro de los asalariados estaba mostrando un descenso tendencial que se estancó en 2022, con la reforma laboral ya en vigor, mientras que la tasa de salida de los asalariados a la inactividad, que estaba creciendo ligeramente antes de la pandemia hasta situarse en niveles de 2019, se estancó también en 2022.
Por tipos de contrato, Fedea observa que para los temporales y los fijos-discontinuos se produjo un aumento a lo largo de 2022 de las tasas de salida de los asalariados contratados con estas modalidades al desempleo, en tanto que para los indefinidos ordinarios se ha producido un aumento de los que han pasado al desempleo en el caso de los contratos de menos de un año.
“Hay un contraste grande entre lo que es la tasa de temporalidad contractual, que sí que vemos unos efectos muy claros, y que hemos calificado como un éxito, a estos efectos ya negativos por el aumento de las transiciones de empleo asalariado al paro”, ha resumido Felgueroso.
En su opinión, esto puede deberse a factores como la destrucción de empleo temporal de baja cualificación en los momentos más bajos del ciclo económico, el mantenimiento de un cierto stock de temporalidad de larga duración y al hecho de que los contratos fijos-discontinuos por los que ha apostado la reforma laboral “no aporta más estabilidad” de la que ya existía antes con la recontratación de temporales.
“De los millones de contratos temporales que se registraban antes cada año, dos tercios eran recontrataciones, eran personas que ya habían sido contratadas previamente e incluso una tercera parte eran personas que habían sido al menos contratadas cuatro veces previamente. Lo que se suponía es que había un acuerdo implícito entre trabajador y empresa para que se produjeran estas recontrataciones. Lo que hace la reforma de 2021 con los contratos fijos-discontinuos es que este acuerdo, en lugar de ser implícito, pasa a ser explícito, pero que ya existía de alguna manera, había cierta estabilidad”, ha precisado.
Para Felgueroso, los datos más “intrigantes” en el periodo posterior a la reforma es que desde mayo de 2022 hasta abril de 2023 se hayan firmado 2,5 millones de contratos fijos-discontinuos y la afiliación media a la Seguridad Social se haya mantenido constante.
Una de las razones es que, al extender los contratos indefinidos a trabajos intermitentes, los anteriores contratos temporales y sus recontrataciones se han convertido en fijos-discontinuos, a los que además se ha dado acceso a las empresas de trabajo temporal (ETT). De hecho, el 60% de los contratos fijos-discontinuos son contratos de puesta de disposición de las ETT.
Así, Felgueroso ha señalado que el hecho de que el empleo medio no haya aumentado pese el mayor volumen de contratos puede deberse a un aumento de los periodos de inactividad o que los periodos de actividad laboral sean cada vez menores, así como a las bajas de trabajadores, que no son ni por periodos de pruebas ni por despidos, sino por “abandonos voluntarios”, lo cual ha vinculado directamente con los contratos fijos-discontinuos.
‘BONUS-MALUS’ PARA REDUCIR LA ROTACIÓN LABORAL
Felgueroso ha alertado de que el hecho de que los fijos-discontinuos no cuenten con una indemnización como la de los temporales y haya que esperar a un despido para poder cobrarla, puede generar un problema de “atrapamiento” en esta modalidad laboral y discultar la transición hacia el contrato indefinido ordinario.
Tanto este experto como Marcel Jansen, también investigador asociado a Fedea, han advertido de la “escasa regulación” de los contratos fijos-discontinuos, pues las empresas pueden pasar a estos trabajadores a la inactividad “a coste cero”, asumiendo la sociedad el coste de las prestaciones, y la ley no estimula mínimos para la renta o los días de trabajo, salvo en el caso de las contratas y subcontratas, donde se deja en manos de la negociación colectiva fijar un límite para los periodos de inactividad.
Así las cosas, Jansen ha denunciado que la transformación de un contrato temporal en un fijo-discontinio no garantiza un aumento de la intensidad del trabajo o la estabilidad de una renta para el trabajador, por lo que la “precariedad y la pobreza laboral de los más vulnerables se puede reproducir” con este tipo de contrato lo mismo que con uno temporal.
También ha criticado que, con la regulación actual, las empresas no asuman el coste social de la rotación laboral y los periodos de inactividad, por lo que las empresas con bajas tasas de rotación acaban pagando los costes que generan las empresas con tasas altas de rotación.
Para solucionar esto y evitar el riesgo de que los fijos-discontinuos puedan transformarse de facto en contratos de cero horas en algunas actividades, Jansen aboga por establecer reglas objetivas y/o poner un precio a la rotación mediante un sistema de ‘bonus-malus’, que premie las cotizaciones de las empresas con menor rotación y penalice a las que rotan más a sus trabajadores.
Al mismo tiempo, reclama extender a los fijos-discontinuos la penalización que se ha impuesto a los contratos de corta duración; un pago por fin de actividad y el pago a los fijos-discontinuos de una fracción del salario o de las cotizaciones a la Seguridad Social durante los periodos de inactividad o llamamientos no realizados.
Fedea recomienda además extender a las contratas y subcontratas la lógica del contrato fijo adscrito a obra; establecer unos mínimos mensuales o anuales de renta o de días de trabajo en los fijos-discontinuos, delimitar los cambios que se pueden hacer a través de la negociación colectiva e introducir elementos de cofinanciación para los periodos de inactividad.
Además, Jansen ha hecho hincapié en que se si lo que se quiere es potenciar la contratación indefinida, no se puede “endurecer” el despido y deba mantenerse el sistema de indemnizaciones “tasadas” y “a la carta”, como se ha llegado a sugerir desde el Ministerio de Trabajo.