El gran reto de la OTAN: cómo revertir años de infrafinanciación
En los cuarteles generales de la OTAN se han reunido en las últimas horas los ministros de exteriores de la Alianza Atlántica que se confabulan cuando se cumplen 75 años desde que Estados Unidos y la Unión Europea le dieran la luz verde a este bloque de intedefensa. Tres cuartos de siglo que pueden describirse en tres actos, cada uno de ellos definido por amenazas existenciales a la seguridad occidental.
El primero fue la Guerra Fría y la amenaza soviética. El segundo acto llegó en las décadas de 1990 y 2000, cuando la OTAN desplegó tropas por primera vez en Bosnia y Kosovo, seguidas de Afganistán e Iraq. A partir de 2014, la primera invasión de Ucrania por parte del presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el autoproclamado califato del ISIS volvieron a llevar las amenazas armadas a las fronteras de la alianza en un momento en que Estados Unidos y sus aliados se retiraban lentamente del mundo. El caso es que existen retos, pero el de Ucrania es más urgente y el fondo de 100.000 millones que se quiere dejar sobre la mesa, decía el noruego hace un rato, es esencial para seguir dando un respaldo estructural a Kiev.
El cuarto acto de la OTAN puede definirse por una crisis que se ha desarrollado a cámara lenta. Durante más de una década, los aliados han gastado de forma crónicamente insuficiente en defensa mientras los adversarios de Occidente modernizaban y reforzaban sus propias capacidades militares, pero esto dicen que ya se está solucionando, Stoltenberg esta mañana.
La forma más obvia de entender el impacto de esta situación es a través de la invasión a gran escala de Ucrania. Mucho dicen que todo es responsabilidad de Putin, pero la realidad es que los militares occidentales todavía tienen que hacer mucha autocrítica por las advertencias que se pasaron por alto. Para entenderlo todo conviene también entender lo que pasó en Crimea…
La culpa de Occidente que a pesar de conocer el riesgo, en en 2014 solo tres de los entonces 30 aliados eran capaces de cumplir el objetivo de la OTAN del 2% del PIB en gasto de defensa. En 2019, esa cifra solo había aumentado a siete. El miedo está ahora en el qué pasará porque no se trata solo de que el bajo gasto militar se traduzca en escasos arsenales de armas. La falta de demanda significa que no hay incentivos para que las empresas privadas de armamento inviertan en la fabricación de armas. En otras palabras, se puede tener todo el dinero del mundo, pero no se pueden comprar armas que no existen. Eso sí, Stoltenberg dice que no va a haber tropas OTAN en Ucrania que eso es algo que ni se llega a discutir.
Se han prometido miles de millones de dólares, así como planes individuales para adquirir y aumentar la producción de municiones y armas. Pero la mayoría de los planes que están elaborando los funcionarios son en realidad a más largo plazo: se necesita tiempo para construir fábricas y formar al personal. En los últimos años la OTAN no ha crecido a base de dinero sino a base de territorios que entran dentro del bloque como Suecia y Finlandia, pero el reto está todavía en qué va a pasar una vez se pongan en liza otros conflictos más allá de Ucrania. La OTAN le dice a Rusia en todo caso que ellos no tienen más planes de expansión más allá de Europa. Aquí está el límite o a eso es a lo que apuntaba Stoltenberg esta tarde. Ahora bien, también admite que lo que pasa hoy en Ucrania mañana puede ser Taiwán.
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