TOLEDO, 24 (EUROPA PRESS)
La Denominación de Origen Protegida (DOP) Azafrán de La Mancha afronta la cosecha de este año como “una nueva prueba de subsistencia para el cultivo” después de tres años continuados “de descenso drástico de los rendimientos” y en un escenario de climatología desfavorable debido a las altas temperaturas del otoño y la falta de lluvias.
Según ha informado la DOP en nota de prensa, la “incertidumbre y el temor” a que la producción vuelva a caer marcan el inicio de una campaña que llega con retraso, y en la que, de momento, se han inscrito 176 productores, un 34% menos que el año anterior, con 90,4 hectáreas de superficie cultivada, frente a las 105 del ejercicio pasado.
Cabe recordar que la cosecha 2022 en la zona de producción de la Denominación de Origen Protegida Azafrán de La Mancha finalizó con 462,15 kilos recolectados, un 21,75% inferior a la media de producción del periodo 2013-2021, que se sitúa en 583,87 kilos.
Y es que, desde el año 2018, en el que hubo una cosecha récord en la zona de producción del Azafrán de La Mancha, con 903,7 kilos recogidos, la producción ha ido disminuyendo progresivamente con 606,5 kilos en 2019, 451 kilos en 2020 y 346,8 en 2021.
Estos son los datos que han analizado los miembros del Patronato del Consejo Regulador en su última reunión previa al inicio de la campaña y en la que también han tratado la situación “extremadamente difícil”, a nivel económico, que atraviesa el CRDO provocado también por la caída de la producción.
El temor es que si esta campaña finalizara con una cifra como la que se registró en 2021, la capacidad de actuación del Consejo se vea reducida al mínimo, ya que de la producción total de cada año dependen las cuotas de productores y envasadores, única fuente de ingresos para gestión e infraestructura de esta organización.
En este sentido, los patronos han vuelto a poner de manifiesto la necesidad de tomar medidas que garanticen el futuro del cultivo en general y de la marca de calidad diferenciada Azafrán de La Mancha que gestiona la Fundación, en particular, a través de un plan específico dotado con el soporte económico necesario, que permita frenar el declive de la producción y su recuperación en el plazo más breve posible.
La presidenta de la Denominación de Origen, Valentina Cabra, ha asegurado que, para mantener vivo el cultivo, hay que afrontar los “graves problemas estructurales” que “se vienen arrastrando desde hace muchos años, agravados enormemente por el cambio climático”, como son la ausencia de un mercado de cormos certificados, la mínima mecanización de los procesos y la gran demanda de mano de obra.
En este sentido, ha recordado estas amenazas históricas, que incluyen la disminución progresiva de la superficie dedicada a su producción, incluyendo su extinción en comarcas donde era característica su presencia; importaciones masivas de azafranes de otros orígenes; elevada exigencia de mano de obra acompañada de la mínima mecanización del cultivo y del proceso de transformación (monda y tostado); pequeña dimensión de las parcelas; limitada integración de los productores en los sistemas de comercialización nacional e internacional, y el carácter social y familiar de este cultivo.
Finalmente, ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de que el Consejo Regulador y la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural establezcan vías de colaboración que impulsen el crecimiento ordenado del sector y el relevo generacional, ya que solo así se podrá evitar la extinción de un cultivo que es una actividad económica, pero también parte del patrimonio inmaterial de Castilla-La Mancha.