El Gobierno alemán se niega a pagar en rublos las importaciones de combustible ruso y teme que Putin le corte el suministro como consecuencia.
Ante este escenario, el Gobierno de Olaf Scholz ha activado un plan de emergencia para garantizar el abastecimiento de gas. En concreto, ha activado la primera de las tres fases del plan de emergencia de gas. Este plan se basa en un reglamento de la UE que define una serie de medidas para asegurar el suministro. Consta de tres niveles: el de alerta temprana, el de alerta y el de emergencia. El primero se declara cuando hay indicios firmes de que la situación de suministro puede ir a peor. Es lo que considera ahora Alemania y así lo anunciaba el ministro de Economía alemán, Robert Habeck.
Con la medida de Habeck, ahora se establece un grupo de trabajo que se reunirá diariamente para monitorear el estado del consumo de gas y los inventarios.
Habeck ha asegurado que la situación tendría que empeorar dramáticamente antes de llegar a las siguientes etapas. Solo en la tercera fase, el estado intervendrá y regulará el flujo de gas. Entonces prácticamente sería necesario un cambio en las líneas de suministro.
La mayor economía de Europa depende de Rusia para obtener más de la mitad del gas natural que utiliza. Las industrias alemanas, desde el acero hasta los productos químicos, cerrarían en cuestión de semanas si se cortara el suministro a Rusia.
La Unión Europea está intentando reducir su dependencia del gas ruso como respuesta a la guerra en Ucrania. Su plan pasa por reducir las importaciones en dos tercios este año. Eso significaría comprar menos combustible del que se acordó en los contratos a largo plazo con Gazprom.
Putin ordenó la semana pasada a su gobierno, al banco central y a Gazprom que prepararan todos los documentos necesarios para el cambio a rublos. Más del 50% de los contratos a largo plazo de Rusia se liquidan en euros.
Los países europeos, desde Alemania hasta Italia, se alzaron en contra, acusando a Rusia de incumplir el contrato. El enfrentamiento entre Europa y Rusia amenaza con trastocar los mercados energéticos.
Pagar a Rusia en rublos requeriría que las empresas energéticas europeas renegociaran sus contratos a largo plazo, un proceso que podría llevar meses, o incluso años. También podría ser contraproducente, ya que las empresas de servicios públicos a su vez podrían exigir términos más favorables como plazos más cortos o cambios en los mecanismos de fijación de precios.
Ahora la alerta de Alemania pone en tensión al resto de países.
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