España ha comenzado el año con la misma capacidad de generar deuda que lo terminó. 18.000 millones de euros en un sólo mes. Entre enero y febrero, los datos públicos apuntan a un aumento considerable del déficit. Un ritmo que llevaría a España a continuar la senda del crecimiento de la deuda de manera desaforada.
Sólo las familias están conteniendo la deuda total, que ya ha alcanzado esta semana los 3 billones, por primera vez. Sin embargo, no hay ni un solo mensaje que llegue desde el Gobierno y agentes sociales que pida ya la reflexión para alcanzar una situación de control de la deuda que generará un problema para las generaciones futuras.
El Gobierno espera la llegada de fondos europeos para incentivar la economía, tras ello la recaudación, y, con esa fotografía favorable, reducir la necesidad de endeudamiento. Sin embargo, el Ejecutivo no se está dando cuenta que ninguna empresa o familia estaría en la situación en la que está él y seguiría cada mes igual. La falta de previsión a medio plazo de la economía es alarmante y si no se recupera la senda del superávit, el Estado podría estar acercándose al abismo de una quiebra. Ahora mismo, fuentes cercanas al Gobierno niegan que España pueda estar en una situación parecida, pero economistas de primer nivel muestran ya su preocupación al Gobierno por la cercanía de una situación de estrangulamiento de la economía, en el caso de que se cierren los mercados de deuda por una posible crisis financiera en el medio plazo.
En ese escenario, la economía española, se encontraría con el pie cambiado y con una deuda ingobernable. Sólo hay un escenario más negativo que el actual: desaprovechar los fondos europeos creando deuda no productiva. El Gobierno está llevando de la mano a las principales empresas para acercarse a Llorente y Cuenca y a EY, y tener controlados los proyectos que se ponen encima de la mesa y que más opciones tienen de salir adelante.
Un nuevo caso de querer controlar la gran cantidad de dinero que va a llegar de Europa para ganarse la cercanía de las grandes empresas. Y de paso tener el control de los principales proyectos. Europa está alerta por muchas razones. No sólo las reformas, entre las que destaca la laboral de la mano de Yolanda Díaz. Europa teme un uso inadecuado de los fondos y una cascada de demandas por el mal uso de los fondos. Existe temor por la gran cantidad de dinero que se pondrá encima de la mesa sin un fin concreto, repleto de generalidades como la sostenibilidad (a secas) o la digitalización. Pero a la vez, sin los fondos, España está en bancarrota, empresarial y pública.
Por ello, se entiende menos que el Gobierno no esté ajustando las cuentas para poder evitar un aumento del déficit, al menos en la parte que está en su mano. Y se entiende menos que el Gobierno no hay presentado ya una reducción del propio Ejecutivo. Con menos cargos públicos designados a dedo, en el que es el Gobierno más elefantíasico desde el 78. Clama más al cielo que Nadia Calviño se haya convertido en el estilete del Gobierno contra la banca. Sus declaraciones contra los sueldos y bonus del sector mientras ella evita hacer recortes en su propio ministerio y mientras el déficit público avanza por culpa de unos presupuestos mal diseñados, mal implementados y que ponen en peligro el futuro de las próximas generaciones y de las pensiones a medio plazo.
Que el Gobierno haya puesto un bonus de 100 millones para que los inspectores de de hacienda empiecen las paralelas a los ciudadanos en un momento tan complicado, y cuando son las familias las únicas que de verdad están haciendo el esfuerzo del ahorro, deja a la ministra y al Gobierno en una situación de poca credibilidad ante la sociedad. El todo vale en la economía para cuadrar cuentas ya no vale. Y el irresponsable comportamiento con las cuentas y esas declaraciones de poner en la diana a la banca sólo pueden resolverse con una aclaración pública por parte de Nadia Calviño y un cese por parte del Presidente del Gobierno. Si lo que menos necesita el país es desunión, lo que menos necesita la economía es exactamente lo mismo. O se recupera el camino de arrimar el hombro todos juntos, empezando por el Gobierno, que se encuentra completamente desnortado en lo económico, o España puede verse en el abismo de una bancarrota más cerca de lo que piensan los principales economistas y el propio Ejecutivo.