La incertidumbre se ha instalado en las bolsas, en la economía, en la sociedad, en los ciudadanos y en las familias. Es un fenómeno tan difícil de aguantar como de gestionar. ¿Quién puede vencer a la incertidumbre? Todos dicen estar en posesión de la fórmula ganadora, del caballo ganador para salir victoriosos de una situación geopolítica y económica confusa, difícil y amenazante. Un camino repleto de obstáculos. Hasta ahora ninguno había sido insalvable. Hasta ahora.
Los inversores llevan unos días animados por la rapidez con la que la bolsa se va recuperando los días que truena, pero el dinero sigue ausente para dar más consistencia a las subidas. Faltan las ideas y sobra el miedo, así que los bajistas siguen sin dar su brazo a torcer y las bolsas no saben, no contestan. ¿ Qué toca hoy? las bolsas están bloqueadas. sin freno ni marcha atrás. ¿ Y mañana? mañana será otro. día. La estabilidad se hace de rogar y brilla por su ausencia.
El equilibrio no termina de producirse y entre tanta confusión y bandazos se abre camino una nueva etapa en la que los buenos datos macroeconómicos son malos y perjudiciales para las bolsas. Sí, sí, otra de las grandes paradojas del momento porque si la economía va bien y puede soportar las primeras andanadas de subidas de tipos los bancos centrales seguirán siendo implacables con la inflación y las subidas de tipos, lo que a su vez eleva el riesgo de recesión.
El buen dato de empleo en EEUU hizo saltar por ejemplo el viernes pasado a los rendimientos de los bonos y apagó la luz en las bolsas. Y lo contrario. Las bolsas se mueren de ganas por subir en cuanto hay dos días de correcciones y vuelven a sonar las trompetas que invitan a la compra.
¿Momentos para comprar? ¿Para esperar? Ninguna crisis es igual. ¿ Qué hacer? ¿No habíamos dicho hace unos días que el pico de la inflación ya se había alcanzado? Por ahora, nada de nada porque el movimiento de los bonos tampoco nos saca de dudas. Unos días en una dirección y al siguiente en la contraria. Son días de debates intensos sobre el devenir de los mercados y el porvenir de los inversores, sobre el empeoramiento de las condiciones geopolíticas y monetarias y de los indicios, cada vez más evidentes de una desaceleración económica global que tampoco tiene porque acabar en una recesión pero casi. Hay tantas opiniones distintas, una cosa y la contraria, como caballos ganadores y ya saben lo que pasa cuando nos pasamos todo el santo día cambiando de montura.
Los riesgos mantienen a los mercados financieros en un estado de máxima alerta que se refuerza a medida que los intereses de la deuda se disparan y los bancos centrales actúan en modo pánico para contener la inflación como ha hecho el banco central de Australia subiendo por sorpresa los tipos 50 pb con una inflación en el 5,1%, tres puntos menos de la inflación en Europa.
El jueves tenemos la reunión del BCE y los analistas no descartan que opte también por acelerar el ritmo de subidas en las reuniones de julio o de septiembre de 50 puntos básicos, en lugar de los 25 puntos básicos habituales. El relato está bastante claro. La inflación sigue repuntando en Europa y hay que actuar pero al mismo tiempo aumentan el riesgo de recesión y que siga corriendo la sangre en los mercados de acciones y de bonos. El viernes llega el plato fuerte, la inflación en EE.UU. El mercado espera que se confirme el techo de inflación después de que en abril se redujera dos décimas, al 8,3%. Pero no está nada escrito. Hay que agarrarse fuerte a la silla y tener bien conectada la wifi.
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